Mariano, la fuerza de su espíritu

¿De dónde obtuvo el Ven. Padre Mariano su energía, entrega absoluta, eficiencia y sacrificio asombroso para evangelizar como lo hizo cuanto rincón de estas tierras tuvo a su alcance?

Cuando un hombre  como Mariano Avellana es capaz de predicar durante casi 31 años más de 700 misiones, recorrer una y otra vez buena parte del largo territorio chileno predicando el Evangelio, y dándose tiempo para visitar por donde pasaba a los enfermos de los hospitales y los internos de las cárceles, nos hace preguntarnos:

¿Cuál era la fuerza interior para tanta actividad?

-LA FE: de niño la recibió en su familia; a medida de los años se fue haciendo más determinante en su vida, y más robusta y fuerte cuando pidió ser recibido al orden sacerdotal. La fe le hizo conocer a Jesucristo y ser su seguidor incondicional, dando su vida a la realización del proyecto que el Hijo de Dios trajo a la tierra.
Así escribió en sus apuntes: “Enseña más nuestro Señor en un momento, que muchos libros y maestros en hartos años” (de sus escritos espirituales de 1884).

SU VOCACION DE MISIONERO: al sentir el llamado al sacerdocio, primero experimentó realizarse como sacerdote diocesano y párroco, pero pronto sintió que este ministerio no llenaba el proyecto de su vocación; y al descubrir que la vida de religioso-misionero reflejaba plenamente el seguimiento a Jesucristo que anhelaba, decididamente encauzó su vida por él. Llegó a ser el misionero que más misiones predicó en Chile en el siglo XIX.

 “Gracias a Dios Ntro. Señor puedo arrostrar largas caminatas de a caballo; misiones muy trabajosas…, sin cansarme casi nada y aunque duren los trabajos apostólicos dos o tres meses seguidos… No me faltan las fuerzas y los auxilios del Señor, que me los da en abundancia” (carta a su sobrina sor Sebastiana, 1902).

 EL SEGUIMIENTO DE JESUCRISTO: éste fue un tercer elemento de su espiritualidad, de tal manera que en los últimos años firmaba sus cartas como “Mariano de Jesús Avellana”.

Así escribió en sus apuntes de 1885: “Ver en todos los hombres, ya sea el Papa, artesano o mendigo, etc., a nuestro Señor Jesucristo para imitarle… ¡Animo!

Desde que Mariano conoce a los misioneros claretianos opta por un seguimiento del Señor más estrecho y perfecto; y apenas dos años después de llegar al sacerdocio deja familia y patria para hacerse misionero. Su modelo de vida se funda desde entonces y para siempre en el ejemplo del Señor en cuanto éste asumió con la más absoluta entrega personal la misión que el Padre le había encomendado: ir anunciando por todas partes la Buena Nueva de la salvación.

No hay obra grande ni ser humano que la haya realizado sin haber llevado dentro de sí una fuerza interior capaz de lograrla. El Padre Mariano no pudo haber sido el más activo misionero de su siglo en Chile sin una fuerza motriz interior tan poderosa como incontenible. La profundidad de su fe, la fidelidad a su vocación y el seguimiento del Señor en predicar el Evangelio sin cansancio y a pesar de enormes sufrimientos, fueron el gran motor espiritual de su extraordinario testimonio misionero.

Todo un ejemplo para quienes como religiosos o laicos pretenden seguir sus huellas.

Llevó la cruz en forma heroica

La capacidad de entrega del Padre Mariano a su misión evangelizadora llama poderosamente la atención.

Se desplazaba sin descanso por el país hasta los lugares más apartados adonde pudiera llegar. Pero ello resulta más admirable si se consideran los sufrimientos físicos que afrontó durante décadas, en medio de los cuales mantuvo tal ritmo de actividad al servicio de Dios y de los más necesitados, en cumplimiento fiel de su vocación misionera.

Ello, seguramente, fue tenido en cuenta para que sus virtudes fueran reconocidas por el papa Juan Pablo II como “heroicas” al declararlo “venerable”.